Epílogo



La mayoría de estos cuentos los escribí en Marruecos mano a mano con mi hija. Mi hija se aburría, no había televisión, no teníamos gran cosa que hacer aparte de ir a la piscina, tomar el sol y leer. Peroella no se trajo tantos libros y al cabo de unos días se los había leído todos, así que hubo que inventar historias nuevas. Algunos son versiones de cuentos de toda la vida adaptados a los tiempos modernos. Algunos son nuevos y los creé para la ocasión. . Se trata de los cuentos que le contaba yo a mi hija para dormir y que me iba inventando, con valiosas aportaciones de mi hija que cambiaba lo que le daba la gana. Para mí lo importante era cambiar el cuento de forma que las princesas fueran asertivas y valientes y sobre todo, para que fueran divertidos y muy entretenidos. Al final embauqué en el proyecto a mi fantástica amiga Olga de Dios e hicimos una maqueta. No pensábamos venderlo a editoriales, porque éramos conscientes de que era una cosa muy difícil de vender.


Prácticamente no nos han pagado, nos han dado un precio simbólico que no compensa ni de lejos las largas horas que me tiré escribiéndolos y Olga dibujando, pero nos hace mucha ilusión a las tres. Mi hija no lee los libros que le recomiendan en el colegio porque no le gustan. Y no le gustan porque los libros que recomiendan están muy por debajo de su nivel de comprensión lectora y muy alejados de sus intereses . Y a mí algunos tampoco me gustan porque me parece que transmiten valores muy sexistas ( niños trastos, niñas tranquilitas, mámás en casa, papás trabajando fuera, etc...) y que no son nada pero nada divertidos ni actuales. Y las ilustraciones, para colmo, suelen ser son horrorosas. Los libros favoritos de mi hija son los de Tea Stilton, los de Judy Moody, los álbumes de Mortadelo y Filemón, Asterix y Obelix, Mafalda y Carlitos y Snoopy, la historia de Cleopatra ( tiene varios libros sobre el antiguo Egipto, todo lo que encuentro), el diario de Nikki, las aventuras de las Monster High... No son el tipo de libros que recomiendan en el colegio. Mi hija tiene muchos libros, muchos. Tantos como tenía yo a su edad, y yo fui una niña que tuvo la inmensa suerte de contar con muchos libros, de tener una pared de la habitación llena de libros, forrada de estanterías. Me di cuenta años más tarde de que ése era un privilegio que no muchas niñas habían compartido. A día de hoy, aún es un privilegio más raro. Cuando voy a casa de las compañeras y compañeros de colegio de mi hija compruebo con estupefacción que muchos de ellos tienen televisión en el cuarto, pero que la mayoría no tienen libros. Mi hija sí. Y los lee. Lee muchos libros. Libros divertidos, amenos, bien ilustrados, trepidantes, conectados con su día a día, con sus preocupaciones. No le interesan por lo tanto nada los horribles y aburridos libros que recomiendan en el colegio, la mayoría supervisados y aprobados por el AMPA del colegio que es convervadora en extremo, como lo suelen ser la mayoría de las AMPAS ( La explicación, se supone, es que las madres trabajadoras no suelen estar en el AMPA y que las que no trabajan son más conservadoras En cuanto a los padres, tampoco suelen estar en el AMPA y la P es sobre todo testimonial. No sé si la explicación es la acertada, pero es la que se suele dar para explicar el extremo conservadurismo de las AMPAS).

En el libro que hemos escrito las protagonistas son princesas listas, asertivas, valientes, con un enorme corazón y poco consumistas. Princesas que saben que lo importante en la vida no es la moda ni el dinero ni el amor de un atractivo príncipe, sino saber aprovecharla con valentía, coraje, determinación y optimismo. Princesas que lo son en muchos casos no por haber nacido de sangre real sino porque son las artífices y las orfebres de su propio reino, el reino que ellas mismas construyen y dirigen. Princesas como lo han sido sus madres, princesas que son y reinas que serán.

Pocacosa es uno de los cuentos que creé yo. En Marruecos, en la piscina, mientras jugaba con mi hija. “La princesita y el pijo” es una versión de “ La princesita y el sapo”. La primera vez que conté este cuento fue hace muchos años, a mi sobrina Berta, pero entonces la pija era la princesa y el sapo era un sapo cheli y macarra que hablaba con intenso acento de Vallecas. En cualquier caso el mensaje es el mismo: no hay que fiarse de las apariencias. “La Reina, la peluquera y la arpista” es una adaptación de una antigua leyenda celta. "Sapos y culebras" originalmente era un cuento de Perrault, pero lo he extendido considerablemente y lo he alterado. La primera vez que lo conté recuerdo que estaba planchando y que le conté el cuento a la niña mientras planchaba, para que se quedara quietecita y no trasteara. Fue hace muchos años, la niña debía tener cinco. "Blancanieves y los siete emonitos", "Caperucita Negra" y "Cenicienta Punk" también se crearon en Marruecos. A mi hija lo de cambiar los cuentos y recrearlos con una nueva protagonista punk, gótica o emo le hacía mucha gracia. Los emonitos son un homenaje al EMO, un personaje de la serie “ Vaya semanita”, cuya frase comodín en “ La vida es dolor” ( frase que la Princesa Mortizia también hace suya). "La Princesa y el Guisante" también es de la serie escrita en Marruecos. He de decir que si bien mi hija no teclea, suyas son las ideas y las acotaciones, y ella fue la que insistía en que las princesas hicieran tal cosa o tal otra. "La Bella Durmiente" se escribió por sugerencia de la editora. La idea de incluir a la Plataforma Anti Desahucios en el tema fue de nuestra ilustradora, Olga de Dios. Por último "Rosina y el caballo encantado" se escribió en Pontigón, Asturias, y el cuento se creó por sugerencia de Candela y Allegra, que querían una historia con caballo y fantasma y que se lo fueron inventando entre las dos.

Por último quiero decir que este libro se escribió con mi hija y para mi hija. Que mi hija es el sostén de mi vida, mi razón para levantarme y lo mejor que me ha pasado. Que estoy muy orgullosa de ellaporque es inteligente, tranquila, simpática, imaginativa, generosa, dulce y muy guapa. Que puedo escribir con rotundidad que mi hija nunca ha tenido una rabieta, que no tiene caprichos absurdos, que no me crea problemas sino que los soluciona y que mi vida no tendría ningún sentido sin su compañía. Ella ya lo sabe, pero no está de más que se lo deje escrito, para que conste